Futuridades en la literatura centroamericana: entrevista a Mauricio Chaves
“Pensar que la economía es una ciencia exacta va de la mano con la naturalización de las relaciones de poder y con la aceptación acrítica de un orden. Ahí hay una renuncia a la creatividad política y una clausura del futuro”.
Mauricio Chaves proviene de la filología y la literatura; actualmente, es doctorando en el Instituto de Romanística de la Universidad de Osnabrück, Alemania. Desde allí, investiga sobre las representaciones de futuro en la literatura centroamericana contemporánea. Su objetivo fundamental es hallar las coordenadas políticas y los mecanismos literarios a través de los cuales el futuro es imaginado en las ficciones centroamericanas.
Lo siguiente es una entrevista en las que se exploran algunas reflexiones de su trabajo y su relación con la realidad centroamericana.
Düsseldorf, Alemania. 2023.
1. ¿Nos podrías comentar brevemente el tema de su investigación de doctorado?
Mi tema de investigación son las representaciones del futuro en la literatura centroamericana contemporánea. Aunque el futuro siempre ha formado parte de la literatura, durante las últimas tres décadas se puede identificar una preocupación creciente por esta dimensión que es, a la vez, temporal y política. Me interesa indagar en esas preocupaciones como expresiones sintomáticas de una contemporaneidad en crisis. Al tratarse de un tema global, podemos decir que nuestras literaturas siguen patrones presentes en otras literaturas del mundo, pero también que se construyen a partir de las especificidades propias de la región. En estas especificidades podemos encontrar muchas claves para analizar los retos que actualmente enfrenta la región.
2. En esta dirección, ¿qué sentido tiene plantearse la relación futuro - literatura en una región como la centroamericana? ¿Qué particulares aporta/limita esta región a los horizontes de futuro?
Centroamérica es una región con un pasado traumático. En las últimas décadas ha habido esfuerzos muy importantes por reconstruir la memoria histórica de la región y, de esa manera, evitar que los traumas se repitan en el futuro. Me gusta pensar mi trabajo como parte de ese esfuerzo, pero tomando de alguna manera la vía contraria, es decir, poniendo el futuro en el centro para desde ahí acercarnos con otra mirada y otras herramientas al pasado y al presente.
No sé si mi trabajo me permita decir cuáles son los aportes o limitaciones que ofrece Centroamérica para los escenarios futuros en un sentido general. Sin embargo, creo que la complejidad de la región la convierte en un espacio donde se reúnen muchos de los retos y estrategias que necesitamos resolver y emplear para reconstruir un horizonte futuro. En mi opinión, las narrativas centroamericanas sobre el futuro exponen los límites de la imaginación política de nuestra época, pero también nos invitan a buscar lo que el escritor Carlos Fonseca llama “un nuevo arte de los medios”. No solamente en el sentido limitado de la comunicación mediática, sino en general sobre los medios que tenemos a nuestra disposición para organizarnos, crear nuevas relaciones sociales y ejercer nuestra agencia política. Para eso tenemos que repensar nuestra concepción del lenguaje, de la cultura, de la naturaleza, de la tecnología, de la economía. Necesitamos discursos capaces de reformular e integrar esas dimensiones para reconstruir nuestros programas políticos en el presente.
3. Ahora bien, ¿de qué manera se inscribe el futuro como objeto de estudio, dentro de la literatura? O mejor, ¿cómo se articula futuro y literatura?
Me parece que esta pregunta tiene más de una respuesta. Por una parte, hay una tendencia muy humana a anticipar eventos y situaciones, y esa actitud anticipatoria la tenemos también en la experiencia del texto, tanto cuando escribimos como cuando leemos. Anticipamos escenarios, posibles acciones, desenlaces. Es algo que filosóficamente está muy vinculado con la conciencia de la muerte y con el impulso que nos generan las ausencias en un sentido psicoanalítico. Esta cualidad anticipatoria solemos perderla de vista por la aparente omnipresencia del pasado en la literatura. Si nos fijamos detenidamente, ese pasado no estaría allí de no ser porque allí coexiste con él el futuro. El presente, por su parte, es lo menos presente que existe, y puede ser tanto un instante como una duración extensa de tiempo. Sin embargo, el futuro nos sirve como espejo para comprender nuestro presente en su dinamismo perpetuo.
“La existencia misma del futuro, para nosotros, depende de nuestra capacidad de asegurar las condiciones básicas para la reproducción de la vida.”
Una segunda respuesta podría plantearse desde un punto de vista materialista. Una categoría abstracta como el futuro necesariamente la construimos a partir de nuestras condiciones materiales de vida. La existencia misma del futuro, para nosotros, depende de nuestra capacidad de asegurar las condiciones básicas para la reproducción de la vida. Esto hace que el futuro que podemos imaginar hoy no sea el mismo que pudo imaginar un centroamericano hace un siglo o el que podrá imaginarse en unos años. La literatura nos ayuda a entender mejor la especificidad histórica de estos procesos, y nos permite observar la forma en que diferentes discursos políticos, económicos, culturales, etc. se articulan para producir esa ficción que llamamos futuro. Aquí, una crítica de la economía política puede aportar ángulos muy valiosos.
4. Tengo entendido que, en su investigación, los aportes de la economía política juegan un papel fundamental. ¿Por qué analizar los futuros a través de la luz de la economía política? ¿Qué dice el análisis económico-político que la teoría literaria no?
Como estudioso de la literatura, mi posición es que una necesita de la otra. A lo mejor las fronteras disciplinarias nos han hecho creer que están lejos entre sí, pero esto no es necesariamente cierto. Las humanidades y las ciencias sociales son campos complementarios. Un estudioso de la literatura sin teoría social es una catástrofe (ejemplos sobran), lo mismo que un científico social sin una teoría del lenguaje y del pensamiento.
Una parte fundamental de este proceso ha sido descubrir las formas en que el capitalismo inscribe su futuridad (la futuridad del capital) tanto en las relaciones sociales como en el lenguaje mismo de la literatura, que es su cara material. Al mismo tiempo, debemos recuperar la esencia política de la economía, justo ahora que hay quienes pretenden separarla de las ciencias sociales como si no fuera una más de ellas. Pensar que la economía es una ciencia exacta va de la mano con la naturalización de las relaciones de poder y con la aceptación acrítica de un orden. Ahí hay una renuncia a la creatividad política y una clausura del futuro. Por eso, elaborar una crítica de los discursos económicos me parece fundamental en el contexto contemporáneo, y la literatura, con su característica apertura discursiva, es un lugar ideal para comenzar.
5. En términos generales, ¿existe una lógica emancipadora en los futuros (si es que los hay) que se están construyendo en Centroamérica y en el mundo?
Hay un deseo muy fuerte de emancipación, eso sin duda, al igual que resistencias y nuevas búsquedas. Pero una lógica emancipadora es más difícil de encontrar, porque esas búsquedas no son lineales ni están exentas de las dificultades de cualquier proyecto, ya sea social, político, literario o de otro tipo. Lo que está claro es que esa lógica debe ser construida colectivamente, es decir, no puede ser una lógica individual ni individualista, ni siquiera subjetivista.
A la vez, el capitalismo ha sido siempre capaz de cooptar ese deseo de emancipación, convertirlo en mercancía y vendérnoslo de vuelta. Esa contradicción entre nuestro deseo de emancipación y nuestro “realismo capitalista” es justamente lo que muestran muchas de nuestras producciones artísticas. Como antes de leer la novela o de ver la película ya la hemos consumido como mercancía, nos vemos enfrentados en ellas a nuestra propia acción, siempre individualizada, dentro de ese sistema. Lo que queda es nuestro deseo, y para afirmarlo nos vemos obligados a aceptar el poder que ese sistema tiene sobre nosotros justificando su proyección infinita hacia el futuro como un hecho natural. Por su afán de sostener el lugar social de la literatura como un lenguaje contrahegemónico en un contexto de grandes dificultades para el campo cultural, la crítica literaria puede caer fácilmente en esta trampa. Tal vez hablar de ella sea una forma de comenzar a sortearla.